domingo, 18 de abril de 2010

El mundo es sagrado

Los guaraníes no creen en 'dioses'.
Si bien Tupá es una divinidad prestigiosa en la sociedad guaraní, lo nombran para retener y reforzar la propia identidad, ante el afán aculturador de la Iglesia y del Estado.
Los misioneros creen que Tupá es el mismo Dios cristiano.

Cosmogonía guaraní Los guaraníes dicen que en el principio de los tiempos existía el caos, formado por la neblina primigenia (Tatachina) y los vientos originarios.
Ñamandú, llamado también Ñanderurusú, Ñanderuguasu ("Nuestro Padre Grande") o Ñanderu pa-patenonde ("Nuestro Gran Padre último-primero") se crea a sí mismo en medio dicho caos; Ñamandú es el Orden, la Ley Natural, la Regularidad.

La autocreación de Ñamandú sigue un proceso por etapas y lo hace a la manera de un vegetal: se afirma sobre sus Raíces (las divinas plantas de los pies), extiende sus Ramas (brazos con manos florecidas-dedos y uñas), construye su Copa (diadema de flores y plumas- Yeguaka) y se yergue como árbol, en postura de elevación celestial.

Una vez autocreado, el corazón de Ñamandú comienza a resplandecer. Con dicha luz elimina las tinieblas primigenias. Después concibió la Palabra Creadora (Ayvú) que posteriormente será legada a los humanos para que éstos desarrollen el lenguaje.

Concluida la creación de su cuerpo, Ñamandú crea a los que le ayudarán en su pesada tarea: Ñanderu py'a guasu ("Nuestro Padre de Corazón Grande", padre de las palabras), Karaí (dueño de la llama y del fuego solar), Yakairá (o Yaraira, dueño de la bruma, de la neblina y del humo de la pipa que inspira a los chamanes) y Tupã (dueño de las aguas, de las lluvias y del trueno).

Las palabras, el Sol y el fuego, la bruma, la niebla y el humo de la pipa que inspira a los chamanes, las aguas, la lluvia y el trueño tienen conciencia de su divinidad y la esencia sagrada del Ayvú.

Las cuatro Fuerzas Superiores procedieron entonces a la creación de la primera tierra. Ñamandú cruzó dos varas indestructibles y sobre ella asentó la tierra. Para asegurar que los vientos originarios no la movieran, la sostuvo con cinco palmeras pindó sagradas: una en el centro y las otras cuatro cada una en un extremo. Una hacia la morada de Karaí (al Poniente), la segunda hacia el origen de los vientos nuevos (al Norte), la tercera hacia la morada de Tupã (al Oriente) y la cuarta hacia el origen del tiempo-espacio primigenio (al Sur, desde donde vienen los vientos originarios fríos). El firmamento descansa sobre esas columnas.

Junto a esta tierra, llamada Yvy Tenonde (Tierra Primera) se crea también el mar, el día y la noche. Comienzan a poblarla los primeros animales (siendo la primera mbói, la serpiente) y comienzan a crecer las primeras plantas. Aparecen luego los hombres, que conviven con lo sagrado.

Los hombres, animales y plantas que habitan este mundo no son sino un mero reflejo de aquellos creados originariamente por Ñamandú. En su Morada Eterna, también conocida como Yvága (una especie de paraíso) se encuentran los originales.

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